viernes, 11 de noviembre de 2016

¿Por qué escribir?



Texto leído en la Feria Universitaria del Libro Internacional de la 
Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, a propósito de la 
presentación del libro Antes que sea tarde de Rebeca Díaz Suárez.
 7 de noviembre de 2016.



Hace algunos años viajando en un taxi en la ciudad de Querétaro, escuchaba por la radio una entrevista a un escritor local cuyo nombre completo quedaría en lo incógnito (en todo el trayecto no fue dicho). Lo recuerdo por una pregunta que me pareció interesante: “¿por qué escribe usted? ¿qué lo ha llevado a desarrollar una historia, un poema, un texto?”, el escritor respondió que para él se trataba de una necesidad, algo fundamental que requería ser saciado. Coincidí y generalicé (aún sabiendo que los absolutos no lo son): los verdaderos escritores lo son por necesidad, habrá quien piense que se trata de una necesidad completamente extravagante, alguien más dirá que es un placer hedonista, la búsqueda de reconocimiento. Ya en estas latitudes otros más señalarán que es únicamente el resultado de una severa neurosis, Freud por ejemplo, lo dijo y sin duda, lo sostendría.

Con ello no me olvido de la disciplina que requiere el arte, la constancia en la lectura y en la escritura, los tallereos duraderos y los trabajos de corrección gramatical. Sin duda, el verdadero escritor tiene tras de sí historias de tipear frente a un monitor, de libros, anteojos, cafés, desvelos, que lo han llevado a perfeccionarse, a encontrar un estilo, una voz. Pero no es este el camino que pretendo transitar, es otro, es delinear al escritor a través de su obra pensándola como una necesidad, algo que precisa salir de esa boca única, algo que se asoma entre esos dientes y no otros. Porque si una llave girara, si el cerrojo se hiciera efectivo y el cuerpo guardara para siempre las palabras, alguien moriría allí dentro, y el verdadero escritor nunca se llena las manos de su propia sangre, no hasta haber dejado salir la palabra que emerge como un girasol, dejando al escritor-maceta conservar la raíz, alimentarla. Después de haber mirado el girasol algunos sí asesinaron la raíz: Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni,Virgia Wolf… pero después, antes no les fue posible abstraerse al respiro de ver saciada esa curiosa necesidad.

El significado de la literatura como posibilidad expresiva, me parece queda esbosado en muchos textos, de los que reproduzco un ejemplo, The only poem de Leonard Cohen que leeré en su idioma original:

The only poem

This is the only poem
I can read
I am the only one
can write it
I didn´t kill my self
when things went wrong
I didn´t turn
to drugs or teaching
I tried to sleep
but when I couldn´t sleep
I learned to write
I learned to write
what might be read
on nights like this
by one like me


El autor refiere que eludió el suicidio, las drogas, y la enseñanza (ésta última pude haberla omitido dado que todos en este panel somos profesores, pero me parece que un énfasis incitará provocadoras sospechas) pero no lo hizo: aprendió a escribir. Así cada autor tiene una historia, un hermoso girasol extendido, y la raíz ha sido alimentada de los roces que dieron sus zapatos a lo largo de la vida. El verdadero escritor no muestra su perfil simétrico, saca los demonios a pasear, hace desfiles infernales como Giovanni Papinni en su grotesco Gog, recrea la paranoia y la psicosis como Edgar Allan Poe o muestra con pulcra elegancia los pasajes trágicos de su cultura como Yasunari Kawabata. La belleza sigue siendo en lo terrible si el escritor ha sabido alimentar la raíz perpetuamente insatisfecha del hermoso girasol. Las obras del verdadero escritor generan placeres inusitados por su cargado desasosiego, por su incompleta felicidad, por sus reproches a la vida, es decir, por su cercanía innegable a la naturaleza humana.

Hace cinco años, justo para estas fechas, Rebeca me invitó a participar en la presentación de su libro La muerte define. Hoy presento Antes que sea tarde, diciendo que Rebeca ha sacado los demonios a pasear. La obra (sugeriría) debería contener una advertencia, una especificación urgente: no se lea en depresión, soledad o ausencia, porque altera los sin sabores, los multiplica, como los heraldos negros de César Vallejo, detenidos informantes de la tragedia que compadecen el dolor humano. Rebeca sin embargo, no trae extraordinarias noticias aciagas, se trata de lo cotidiano, allí transcurre el tiempo personal, el de las horas que se vuelven hojas secas:

“musgo de palabras como días
en cualquier lago.”

O el tiempo-ausencia para una puerta:

“No hay soledad más silenciosa
que la boca de la puerta,
su aguardar la hora
de la muerte o la fiesta,
invención solitaria de un hombre
que la sueña.”

¿Qué pisaron las suelas de los zapatos que ha calzado Rebeca? Ciertamente pude habérselo preguntado, decirle ¿Por qué la muerte Rebeca? ¿qué te ha llevado a esos parajes? Pero prefiero intuirlo, las seducciones del misterio. Rebeca tuvo una amiga que murió por decisión. Su tesis de Licenciatura si bien recuerdo está relacionada con la muerte en la obra Xavier Villaurrutia, ha perdido a seres amados especiales, y así, la muerte sentada por allá conversando un poco, la muerte tomando el sol en alguna avenida, la muerte cotidiana, la muerte a la espera del tiempo, y aquí habría que decir que el tiempo es otro gran tema en el libro de Rebeca.

Algo que me parece significativo, ni el tiempo es visto con premura, ni la muerte escandaliza el porvenir, y esto no sólo corresponde con el carácter del libro, es Rebeca misma, con su sonrisa pasiva y sus grandes ojos que miran como espectadores de una vida que pasa con cierta lentitud marina.

Despido mi participación leyendo el poema: Distancias. (Pág. 30)

Gracias.





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